jueves, 19 de noviembre de 2009

¡Ya no estamos en la banca!


Una completa extraña.

Una persona que amaba y ahora no sabe de qué color me gustan los pantalones.

Una persona que comprendía y ahora resulta que no puede.

Amiga, compañera ahora es compañera, conocida.

Lloramos juntos ¿te acuerdas? y no logro entender ¿dónde estás?

Nos reímos como idiotas sin explicación y aún no logras entender que te extraño ¡a otro nivel!

Cómplice, podría ser la palabra que te definiera mejor, y ahora lágrimas ruedan por mi rostro mientras me despido.

¿Cómo pueden dos personas que se amaban dejarse? Tenemos ante nuestros ojos la respuesta.

¿Te acuerdas aquella vez que corriste a ayudarme?, cierto, ¡eso era todos los días!

¿Era verdad cuando me decías que me comprendías? Ahora nada más no me calzan las cuentas, las cosas, las palabras, nada más no me calzan.

De ti recibí de las mejores cosas de mi vida, pero hoy recibo el peor desprecio que me han hecho y no es que no pueda compartir, es que no pudiste priorizar.

Trabajamos en construir cosas que nadie entiende, puede que mi misión este completamente cumplida, de pies a cabeza, entonces me alegro, ¡me equivoqué! No eras para mí.

No sabes lo que he hecho en estos días, lo que voy hacer, ni lo que he pensado, como una completa extraña, a la que amablemente le converso.

¡No quiero perderte! Pero de repente me doy cuenta que esa frase ya no calza, ya te perdí.

Comencé a leer un libro recomendado de cada uno de mis amigos para conocerlos mejor y di con el libro que me hizo escribir esto "Los amigos que perdí".

¡No lo puedo creer, no puedo!

No me duele la distancia, me duele lo que priorizaste en tu vida.

Amiga, porque así puedo llamarte tengo derecho. Sí quisieras volver aquí estaré y cuando él te falte, aquí estaré.

Y como te lo dije alguna vez. Te amo... Adiós.

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